¿El amor a muerto o Cupido se fue de caza? (IV parte)
El guiso no era tal, a pesar de mis múltiples visitas a esa bella ciudad, jamás había probado este potaje llamado Shámbar, me dice que solo se prepara los días lunes; el Shámbar bien podría definirse como un espesado, una sopa consistente, algo muy reparador… el arroz que preparé, estaba demás.
¿Vamos en busca de algún libro, conoces la ciudad?
Me cuenta que conoce la Plaza San Martin, el Mercado Central, la Avenida Tacna y la Biblioteca Nacional. También algunas iglesias y parques de la ciudad.
… mientras término de lavar los platos, aprovecha para alistarte.
Suelo visitar una librería que está a espaladas de la Plaza de Armas: “El Virrey”, en ella encuentro ediciones pasadas y modernas de libros que son de mi interés y que difícilmente hallaría en otro lugar; su tranquilidad y arquitectura, me hace recordar aquella Lima primaveral.
La gente nos mira, pues la diferencia de edad y rasgos hace presumir a mas de uno, que ando con una compañía que no es filial… cosas que ocurren solo en Lima, una ciudad por demás prejuiciosa y formal.
Caminamos por la alameda Chabuca Granda y mientras comíamos unos postres limeños, le cuento que antes era un campo ferial, donde vendían relojes, ropa, electrodomésticos, comida y un montón de productos más.
Ya en casa, me pregunta:
¿Donde están tus libros?
Y le enseño la pequeña habitación que algo desordenada, no solo guarda libros que a veces leo, sino un montón de cosas que con o sin motivo están en ese improvisado desván.
Deberías ponerlos de manera ordenada en una biblioteca, así podrías leer con más regularidad. Tenerlos organizados, haría mas fácil su lectura… la cultura es el mas grande patrimonio que alguien pueda cultivar, me dijo.
No suelo sorprenderme fácilmente, sin embargo, aquellas palabras calaron muy hondo en mi.
Me pregunto:
¿Quién de manera presuntuosa, te da consejos sin pedirlos?
Recibo una llamada, es Giancarlos, un gran amigo (el me llama: “Mi Amigo Fiel”), con el, comparto el gusto por el cine, caminar y charlar, aunque a veces solo caminamos por el gusto de hacerlo, sin reparar en tiempos o distancia, sin siquiera hablar.
Te llamo en un rato para confirmarte, le digo…
Veo su rostro angelical y decido postergar aquella salida y le digo: ven vamos a conversar…
¿No tienes una invitación para ir al cine?
Prefiero quedarme contigo y conocerte un poco más.
¿Si quieres puedo regresar mas tarde?
Olvídalo, cuéntame de ti.
Ya sentados en la alfombra, empieza a contarme pasajes de su vida, de gente que alguna vez conoció.
Me dice… la mejor lección que alguien me pudo enseñar fue:
“La grandeza de guardar silencio”.
El autocontrol de enfrentarse a uno mismo a través del silencio, y la interiorización de las experiencias, te permite adaptarte a los cambios.
Eso es complicado de interpretar, sin embargo es fácil de llevar a la práctica, le digo.
Me responde:
“La grandeza de las personas se mide en los pequeños actos”.
Guardar silencio parece una simple tarea, sin embargo requiere de fuerza de voluntad, para lograr desconectarse del mundo exterior y conectarse con el propio mundo interior.
Hagámoslo, le digo… guardemos silencio por un par de horas.
Hagámoslo, me dice… guardemos silencio por ocho horas.
Acto seguido pone su dedo sobre mis labios, indicándome que no debo hablar.
Me quede contemplando aquel geniecillo, pronto cae la noche y miro el reloj, aún no pasan dos horas y ya quiero hablar.
Echado en la alfombra, decido ponerme a fantasear. Viene a mi mente aquella noche en que obsesionado con un cuerpo desconocido y casi perfecto, maquillado por el sol y cuyos labios provocaron en mí: lujuria, alegría y excitación, labios que jamás pude probar. Sueño en lo que pudo pasar, imagino y me dejo llevar.
Hola, veo que el silencio te causo felicidad… supongo tengo un rostro apacible, el tiempo paso mas pronto de lo imaginado.
Le cuento que soñé despierto, recordé a una bella persona, alguien de quien ilusionado pensé me podía enamorar. Le cuento la escena de la discoteca, los detalles que me impactaron, de lo iluminado de sus ojos y del color de su piel.
Intuye que nunca intimé con aquel hermoso ser.
“La felicidad, se construye de abajo hacia arriba”, me dice… primero hay que estar en paz con uno mismo, luego nace esa capacidad de amar. Primero debemos amarnos a nosotros mismos, para luego poder amar a los demás.
Es hora de descansar, el silencio me dio sueño… quería seguir soñando con esos labios que imaginaba lujuriosos, quería seguir soñando con esa mirada que iluminaba mi memoria e inspiraba mi corazón.
“Ni un millón de estrellas,
iluminan tanto,
como lo hacen tus ojos,
al mirarme”
Dormimos abrazados, dormimos hasta el amanecer… luego cuando despertamos jugueteamos hasta escuchar la alarma del reloj. Estar de vacaciones, me permite holgazanear, sin embargo tenía que encontrarme con Marco Antonio, era para consultarle un tema legal. Aunque ya tenía su respuesta, siempre me gustaba reunirme con el, hablar de los tiempos en los que andábamos juntos, en que salíamos a discotecas a vacilar. Hoy el vive guarecido en un lejano condominio y trabaja como consultor legal. Dice que los juicios son extenuantes y que la práctica de su profesión solo se ciñe a dar consejos para que otros apliquen sus conocimientos; a veces creo es un poco presuntuoso, en fin… cosas de él.
Vamos le digo, antes de salir, reparo en que la ropa que viste no es la apropiada… su cuerpo menudo enfundado en un gastado jean, no es apropiado para tan informal reunión. De pasada vamos por “Polvos Azules”, ahí algo te podre comprar.
Los puestos de ropa deportiva están desde temprano… sin preguntarle elijo: zapatillas, buzo, polo, medias y un short.
Le pregunto:
¿Te gusta?
Y en un tono de resignación me dice:
¡Esta bien!
El metropolitano, nos lleva hasta una avenida que parte en dos la ciudad; de ahí otro tramo hasta llegar en cúster hasta las puertas de aquella pequeña ciudad.
Sentados en la sala, empezamos a conversar. Le conté lo maravilloso que había sido la experiencia del silencio, le conté la forma en la que nos conocimos… le conté lo feliz que fui en estos últimos días.
¿Te gusta jugar Play?
Quizá te aburra nuestra conversación.
Marco Antonio, es algo reservado con los desconocidos e invitándolo cordialmente a jugar, hace que nos quedemos solos…
¡Estas loco!
¡Como se te ocurre meter a tu casa, a alguien de quien no sabes nada!